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El canto tradicional protege, une a las comunidades

Carolina Aldana García/ Ágora Taller/Bogotá, 10 de agosto de 2019

“El arruyo es una pasión para mi porque expreso lo que siento por mi tierra, mis ancestros, nuestra gente y la violencia en nuestras tierras, familia y gente. Cuando canto siento como si ya todas las cosas hubieran cambiado y me siento como en un paraíso”. 

Esas palabras son de Eidy Silvana Castro, una niña que integra el grupo de niños y niñas cantadoras de Chilví y Cajapí de Tumaco. Son 27 voces que han vuelto a interpretar arrullos, chigualos y otros cantos tradicionales.

La idea de apoyar a este grupo de niños y niñas nació a principios de 2019 cuando le pregunté a Nuris Angulo, bien conocida como “la Negra ardiente”,  qué podíamos hacer para proteger a las nuevas generaciones que en Tumaco están expuestas a todo tipo de violencias, el reclutamiento forzado y el consumo de drogas ilícitas. Y Nuris, tan bella y precisa como es, me respondió: el canto protege y une a las comunidades porque el canto es una conexión espiritual y vital con el territorio.

Nuris Angulo, cantadora de Chilví, Tumaco

Y así,   bajo la dirección de Ágora Taller que implementa la estrategia de movilización social del proyecto PazCífico Entornos seguros para comunidades étnicas,  desde mayo este grupo de cantadoras se reúne semanalmente con la profe Nuris y con Yomara Portilla, promotora del proyecto, para dialogar sobre el canto tradicional, los ritmos, la interpretación de los instrumentos, mientras tanto van tejiendo saberes y nuevas versos sobre el autocuidado, la convivencia, el respeto, la alegría de ser niños, niñas o jóvenes negros.

Dibujos de niñas cantadoras

Los niños aprenden de los mayores y por eso, decidí  visitar a varias mujeres cantadoras o cantoras como les dicen en Tumaco, para dialogar con ellas sobre la importancia del canto para unir a las comunidades, de dónde aprendieron a cantar y por qué o cómo se siente la necesidad de evocar a los ancestros, de recuperar las memorias del territorio y de avivar el sentido por la vida. La primera en responderme fue Teodora Ortiz, cantadora de Chilví:

_ Yo aprendí a cantar desde los ocho años cuando mi papá me llevaba a los velorios empecé a escuchar los alabados y a los trece compuse mi primer arrullo. Un arrullo se canta a los niños, en diciembre, en una fiesta o en caso de que una señora haya sido cantora nosotros nos deleitamos cantándole:

Yo me vine de Aguacate y me vine a Tumaco
A buscar una cantora
Y llegué yo a Chilví, encontré la profesora  

María Teodora Ortíz, Cantadora

Y así sucesivamente aprendí a hacer los arrullos, cantando entre nosotras, con la mentalidad de uno, con lo que veía en el ambiente:

Allá va la zorra subiendo su tagua
Allá va la zorra subiendo su tagua
Y el niño le dice: María Puyala
Puyala María, María Puyala.

En el canto tradicional se reconoce la importancia y el valor profundo de la voz que aliviana el cuerpo, el dolor y que permite extender la grandeza humana para rendirle homenaje a una lideresa que era importante para la comunidad y fue atropellada en la carretera en 2018, o para recordar que en el territorio se han perdido vidas por la violencia, como lo relata Nuris Angulo:

_ Nosotros en Chilví y en todo Tumaco hemos vivido momentos muy tristes como la muerte de niños que estaban en mi grupo Ternura, cuando en mayo de 2014 una granada explotó en la cancha de fútbol, después siguieron otros ataques a la estación de Policía que queda al lado del colegio integrado y una sede del Bienestar Familiar de Chilví y señalamientos contra la población. Cuando llegaba la noche los armados nos quitaban la luz, hubo enfrentamientos y en esa época de zozobra el canto nos salvó. Yo les decía a las mujeres: vamos a hacer una fogata, nosotros le debemos dar a entender a los armados que somos comunidad, que no vamos a cerrar las puertas, ellos no son más grandes que Dios y así pasamos muchas noches unidos en la fuerza que nos da el canto tradicional con bombos, marimba, bailando, disfrutamos de las bebidas tradicionales como charuco y el arrechón y cantando:

Recordando mi origen y toda la raza humana
Negro negro es mi color de descendencia africana
Cuando íbamos a nacer ni médico ni enfermera
Cuando íbamos a nacer ni médico ni enfermera
Siempre teníamos en casa a una buena partera.
Negro negro es mi color de descendencia africana

Cuando caíamos enfermos no íbamos a hospital
Siempre teníamos en cuenta la planta tradicional
Negro negro es mi color de descendencia africana.

_ Esa canción yo la había creado con los muchachos que murieron en 2014 y nos íbamos a presentar el día de la afrocolombianidad, pero como los mataron yo no pude cantarla, se me quebraba la voz. Pasaron dos años hasta que pude cantarla”.

Nuris evoca esos malos momentos y también recuerda que desde el proceso de paz ella está convencida de que el canto sirve para hacer memoria de esos hechos, para hablar y obre el daño de la violencia y entonces sigue cantando:

 No queremos más violencia por Dios, pedimos la paz
El mundo ya está cansado tanta sangre derramar
Y bailemos que acabe la guerra, cantemos pedimos la paz
Cantemos queremos unirnos, cantemos todos en hermandad
Hermanos hay una noticia y esperen yo les comento
Hermanos hay una noticia y esperen yo les comento:
Que cambiemos las armas por todos los instrumentos
Que cambiemos las armas por todos los instrumentos
Bailemos que acabe la guerra, cantemos pedimos la paz
Cantemos queremos unirnos, cantemos todo en hermandad
Y bailemos, queremos unirnos, cantemos todos en hermandad.

Y en otra silla, María Teodra recuerdaba que el canto tradicional sana, devuelve a la niñez y a la fuerza colectiva para seguir adelante:

_ El canto protege a la comunidad porque donde nosotras estamos no se ve violencia. La gente llega a vernos cantar, a compartir con los otros. Hasta los niñitos nos ven y dicen, ve están cantando, vamos y así olvidan las cosas malas.  Para un pueblo como el de Tumaco tener un grupo de cantoras es muy necesario porque nosotras sacamos la reflexión de lo que es nuestro pueblo. El don que tenemos para conservar las tradiciones, el valor de los ancestros y la voz para cantar sobre el dolor y la alegría de lo que sucede hoy. Cuando alguien se muere en la comunidad, las cantoras nos encargamos de hacer los arreglos florales, el altar donde se va a velar y a cantar al ser querido. Aquí hay niñas del grupo Ternura que se están formando para crear y cantar arrullos, ellas son muy verracas y no van a dejar que esta tradición desaparezca”, dice María.

Como María Teodora tenía que organizar una fiesta de cumpleaños, Nuris y yo seguimos hasta la casa de Maura y la encontramos en una pequeña quebrada lavando los platos del almuerzo que da a los niños del colegio. Allí empezamos a dialogar sobre la importancia de estas mujeres para sus comunidades, qué las hace lideresas, qué enseñan a las niñas y cómo es su relación con las instituciones para proteger a las comunidades:

Maura Clotilde Sinesterra

_ Una cantadora da enseñanzas en su comunidad: yo soy importante porque organizo a la comunidad, me gusta estar pendiente de los eventos, de las fechas importantes como el 20 de julio, la navidad, las fiestas de diciembre. Yo apoyo que mi hija sea libre, a que aprenda a andar con responsabilidad para que el día de mañana no se vaya a estrellar con el mundo. Me gusta que las niñas puedan expresarse, cantar, jugar y participar en la comunidad, eso yo lo aprendí de mi tía madrina y eso se lo enseño a las niñas. Mi tía cantaba este arrullo que yo siempre lo canto:

El niño jugaba, jugaba
Con la bola de oro, jugaba
Jugaba de día, jugaba
Y de madrugada jugaba

El niño chiquitico jugaba
Nacido en Belén jugaba
En las cunas altas jugaba
De Jerusalén, jugaba
Jugaba de día, jugaba

Y siguió luego Nuris contando sus experiencias de cómo ha recuperado a niños, las gestiones que hace ante las autoridades o para que los jóvenes no caigan en la delincuencia de los combos que abundan en Tumaco:

_ Siendo cantadora soy líder de mi comunidad y a mi acuden los niños que están siendo reclutados para cosas ilegales; o las niñas, las mujeres que son violadas, abusadas, vienen a mi a confiarme sus dolores. Yo conozco las rutas para que ICBF las proteja o para que las víctimas lleguen a Casa de Justicia, pero las mujeres tienen mucho temor, incluso las niñas temen de lo que puedan hacerle sus propias madres que nos les creen que son abusadas por un padrastro. Bueno, yo me acerco a los funcionarios, le cuento a una doctora, busco apoyo aquí y allá, yo me gano el corazón de la gente y así logro que los funcionarios también hagan lo que deben hacer, así he salvado a niños y niñas de la violencia, de estos riesgos en el territorio. También sé que muchas veces los funcionarios son amenazados, hay muchas cadenetas que los oprimen, pero siempre hay ventanas que uno puede abrir para entrar al corazón de ellos también.

Estas reflexiones de las mujeres mayores y los nuevos cantos que crean los niños de Cajapí y Chilví conforman una buena práctica de protección colectiva que esperamos continúe para un mejor vivir de las comunidades tumaqueñas.

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