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En Ágora Taller promovemos los derechos humanos, la conservación de la vida y el fortalecimiento de la democracia

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Marco referencial de los tejidos de protección comunitaria

El lugar ético y filosófico desde el que trabajamos

Nuestra especie humana ha construido el mundo desde su cuerpo como primer territorio y es desde allí donde ha podido relacionarse con otros de su especie y de otras. El instinto de conservación a partir del cuidado del ser es el principio, lo más primario de nuestra especie, es decir, está sembrado en nuestra esencia, por lo tanto podemos acudir a ella. Así crecemos, así construimos una experiencia, un saber e intercambiamos con otros para conservarnos individualmente y en beneficio del bien común.

La naturaleza está aquí sin pretensiones, y la humanidad hace parte de la naturaleza, entonces es posible regocijarnos con el principio natural de dar y recibir sin prejuicio y así acompañarnos en la construcción de una especie, como la nuestra, dotada de inteligencia y en ese camino poder cuidar y proteger a las otras especies que viven su propio ciclo y a la vez nos dan bienestar sin esperar nada a cambio.

En la medida en que podemos dar lo mejor de cada uno de nosotros podemos generar una práctica diferente en beneficio de todos. Desde este primer lugar de autocuidado es donde nosotros, en Ágora Taller, empezamos el caminar con las demás personas con las que trabajamos y estructuramos nuestra acción en las fases de cuerpo sensible, cuerpo expresivo, cuerpo creativo y el cuerpo espiritual.

El cuerpo sensible: nos permite reconocer las sensaciones individuales y de los demás. Empezamos por buscar en nuestro origen más cercano, en ese estado placentero, desprevenido e irracional, al que acudimos sin pensar, en momentos de incertidumbre profunda, en esos instantes que nos apabullan y que la pregunta es constante. Hacemos un viaje introspectivo hasta la placenta para traer esa memoria placentera que está en el acunar sabio de la naturaleza, en el tibio regazo, en donde sin reflexionar el valor de los “valores”, todo vale y es fundamental. Cada persona al encontrar su cuerpo sensible tiene la posibilidad de observarse, de meditar sobre sí y armonizarse.

El cuerpo expresivo: le contamos a los demás la experiencia propia: de dónde venimos, qué soñamos, qué hemos caminado, qué hemos perdido o qué hemos logrado.  Este es el momento de tejer y destejer a partir de las palabras, de entregar y saber recibir con el cuerpo; de despertar la compasión y aplaudir la generosidad de la naturaleza humana y de las otras especies que nos acarician, nos alimentan, nos protegen sin esperar nada a cambio.

Después de compartir llega el momento de meditar sobre la transcendencia del otro en mi, es decir, cómo la experiencia de las otras personas me alimenta y me ayuda a transformar; cómo la acción social, política, cultural se conecta con la de los demás para transformar las condiciones de inequidad y de violencia contra las mujeres, las niñas, los niños, el territorio, los animales. En este momento los Derechos Humanos se nombran se sienten, se reafirman con diversas metodologías. En el cuerpo expresivo abordamos los riesgos, las violencias y también las huellas que han dejado los daños en nuestras familias, organizaciones y comunidades.

El cuerpo espiritual: Somos un todo, reza la historia de la humanidad, cuerpo, mente, espíritu, pero algunas veces por el trajín cotidiano, por los afanes que ni siquiera son nuestros, terminamos atropellando nuestro propio ser. El cuerpo espiritual es la esencia de lo que realmente somos, de lo que podemos percibir del mundo, de lo que nos convoca frente a los otros y a los propios temores y búsquedas que sustentan esa esencia. 

En cada acción creativa siempre buscamos un instante de quietud para observar nuestro estado de atención en donde podemos darnos cuenta si estamos dando lo que creemos que estamos dando, si estamos cuidando nuestro ser y el de los demás. Cuando el ser humano se responsabiliza de si mismo, independientemente de sus creencias, raza, condición social o género, puede autocuidarse y cuidar de los otros para de esta forma conservar la especie con unas relaciones más generosas.

El cuerpo creativo: Si realmente pasamos por un instante de transformación que fue el cuerpo anterior, cada persona puede empezar ahora a encontrarse con nuevas formas de relación y cuidado del mundo, esto significa CREAR. Nosotros que inventamos el intercambio deberíamos imitar a la naturaleza y pasar por este plano con la sabiduría que nos fue proporcionada:  CREAR Y RECREAR LA VIDA. En este momento el cuerpo empieza a encontrar nuevas formas de comportarse: se pasa del ser individual a la relación y creación con los otros, a romper sus estructuras y esto se hace con una acción directa de los participantes en relación con el espacio, los materiales del entorno, con el tiempo, con los propósitos comunes y con la intención de crear y recrear la existencia para transmitirla a los otros.

Para crear y recrear la vida social, las personas participantes compartirán sus experiencias en los tejidos comunitarios: escuelas, colegios, organizaciones, instituciones, empresas. Después de períodos de violencia, de muertes o desplazamiento forzado, cómo se han levantado para seguir sacando la vida adelante, qué propósitos los han unido con otros sectores de la sociedad, cómo lo han hecho, qué han aprendido de todo ello.

Al RECREAR la vida desde la Resiliencia y el Diálogo Social, los niños y niñas reaprenden el valor del juego con materiales nobles, el poder de la historia oral, del cine y de la literatura para soñar proyectos de vida. Las mujeres se empoderan y aprenden a ser protagonistas en sus comunidades; los hombres empiezan nuevos diálogos sobre la masculinidad, el afecto, el poder y el valor de trabajar unidos para que las mujeres asuman lugares de liderazgo; funcionarios públicos se acercan a las comunidades y cumplen su deber bajo nuevas relaciones de respeto y confianza.  

El cuidado del ambiente: Ahora, después de este camino por el autocuidado y el de los demás, nuestra propuesta de acción continúa con el cuidado del ambiente. Pasos elementales para una buena relación con la naturaleza es tener la atención activa, reconocer que toda acción por pequeña que esta parezca tiene un impacto sobre el territorio. Todo lo que hacemos afecta a los otros y por ende al entorno.

Sabemos que la naturaleza nos brinda su esencia: el agua, la tierra, los alimentos, el día, la noche, el calor y el frío, llamamos a la tierra Madre, porque nos protege, nos acuna. El universo nos dotó de inteligencia, además nuestro cuerpo es agua, es fuego, es aire y tierra, por lo tanto somos parte del ambiente y así como hace unos años pensábamos que la tierra nos daba todo y por ello la explotamos hasta la degradación de la misma, ahora debemos reconocer que el ser humano es parte del ambiente y debe reducir el consumismo y dar más de sí para cuidar la naturaleza, los animales, el aire, las fuentes de agua.

Algunas comunidades del mundo dicen: tierra mi cuerpo, agua mi sangre, aire mi aliento, fuego mi espíritu. Es por ello que luego de la reflexión individual sobre nuestra responsabilidad con el planeta, promovemos reflexiones alrededor de las vías del desarrollo y otras alternativas que promueven los pueblos indígenas, afros, campesinos y ambientalistas para que las comunidades que acompañamos se unan con los tejidos de estos procesos sociales y en acciones civiles en defensa del agua, el desarrollo rural integral y la biodiversidad colombiana.

De esta forma entendemos como seres pensantes  la importancia de cuidar  la Madre Tierra, pero fácilmente nos olvidamos de ella por otros afanes ajenos muchas veces a nosotros mismos, pero cuando nos detenemos y vemos que nuestra falta de atención y generosidad afecta nuestra naturaleza, entonces buscamos salidas y vemos que además de ser importante la intervención, también es importante la prevención, ocuparnos al menos de nuestro entorno más cercano: la quebrada, el río, el bosque, la fauna, esos pequeños y maravillosos seres, que según nuestros ancestros también sienten y quizás diferente a nosotros, también piensan.

Desde nuestro encuentro damos el primer paso, un abrazo para purificar el cuerpo, el alma y llenar de salud nuestra mente, agradeciendo y prometiéndonos ofrendar elementos más sensibles que nos proporcione nuestro entorno y el cuidado que nosotros debemos darle. Así, vamos tejiendo otra relación, vamos tejiendo con otros, protegiendo el ambiente, la naturaleza.

El cuidado de la vida en la Vía: Siempre buscando el bienestar, el ser humano llega al “progreso” abrimos caminos para el aprovechamiento del tiempo y la naturaleza lo acepta. Con el asfalto hemos devorado las montañas, desplazado la biodiversidad, los animales, desaparecido los ríos, atropellado la fauna.  Y con todo eso, la naturaleza sigue ofreciéndonos su belleza y bienestar y cuando ya no aguanta más, vuelve a recuperar la tierra o la ronda del río que le robó el desarrollo equivocado.

Muchas veces esos vehículos que han sido inventados por la misma humanidad, terminan dominándonos y atropellándonos. Por eso, para cuidar la vida en la vía, es importante recordar que los medios, medios son y que somos nosotros quienes debemos aprender a manejarlos a reconocerlos y a darles el valor y la función para lo que fueron hechos.

Si reconocemos la importancia de estos medios y si entendemos su utilidad y manejo, de seguro aprenderemos a relacionarnos con ellos y a sacar su mejor provecho, ya que para eso fueron construidos, para el bienestar de todos. Así que es importante hablar con nuestros familiares, amigos, con el conductor del vehiculó en donde viajamos, con los niños, las niñas, los jóvenes, los ancianos y recordarles cuán importante es la vida y cuán importante es andar en ATENCIÓN en la vía.  Solo así, conductores y peatones podremos circular por la vía, habitar el territorio alrededor de ella sin correr tanto peligro por el descuido, el abuso de velocidad y siempre promoviendo, el autocontrol y el irrespeto de las normas que nos sirven para vivir en comunidad.

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